domingo, 6 de junio de 2010

Modos de ser Sapiens

Efectivamente, en un intento de dejar zanjado el asunto de nuestra especificidad, y queriendo aclarar un poco más allá de la diferenciación por nuestra inteligencia, los pensadores modernos y contemporáneos han teorizado sobre el tema llegando a conclusiones que, sin echar por tierra el concepto de “sapiens” han tratado de matizarlo para ayudarnos a entender aún mejor lo que el ser humano es. Así por ejemplo se ha dicho que lo que mejor define nuestra inteligencia, lo que nos hace auténticos es la “autoconciencia”, o sea, la capacidad de darnos cuenta de nuestra propia realidad y reflexionar sobre ella; o nuestra capacidad para buscar y disfrutar del ocio. A continuación vemos algunas de las formulaciones teóricas que han tenido más éxito.
Homo ludens:
Uno de los intentos más curiosos por sobrepasar los límites conceptuales de la categoría “sapiens” corresponde a Johan Huizinga (Groningen 1872-1945), historiador y director de la sección de Letras de la Real Academia Holandesa de la Ciencia. En varios de sus libros y, sobre todo, en Homo Ludens expone cómo el instinto por jugar desempeña un papel central en la cultura humana: en la ley, en la guerra, la ciencia, la poesía, la filosofía, el arte etc.
“En el mito y los rituales las grandes fuerzas instintivas de la vida civilizada tienen su origen: ley y orden, comercio y ganancias, oficios y artes, poesía, sabiduría y ciencia. Todos están arraigados
en el primitivo suelo del juego”.

Homo económicus y HPC
Otra de las representaciones teóricas que se han utilizado para superar la descripción sapiens es la de homo economicus. Con esto se quiere significar que el comportamiento del hombre se rige por criterios de máxima racionalización de costes y beneficios y que esta es su nota distintiva en las relaciones sociales y con el medio.
Bien, otra vez vemos que este concepto sólo matiza, exagerándolo, el de sapiens. En esta misma línea hay quien ha caracterizado al hombre moderno como un “Hombre Productor Consumidor”. Esto es lo que marcaría nuestro estilo de vida, estilo al que habríamos llegado, precisamente por hipertrofia del complejo científico tecnológico y de la razón desarrollista-economicista que lo rige.

Homo faber

Relacionado con nuestra capacidad de manipular objetos y de hacer cosas con las manos surge la perspectiva que analiza lo humano en más como un homo faber (hacedor, fabricador, manipulador) que como un homo sapiens, o como alguien que piensa porque tiene la posibilidad de aplicar esos pensamientos a la fabricación de objetos.

Homo Faber, Homo Sapiens.

El título de homo faber no se refiere a una especie desconocida de homínidos ni siquiera es una de las caracterizaciones geográficas de los sapiens (como si dijésemos “cromagnon”) ni de ninguna otra especie de homo del árbol genealógico humano. Simplemente se trata de una calificación alternativa que alguien pensó que podría encajar bien en el sapiens. Sería como otra etiqueta para ver si nos reconocemos mejor en ella. En el sentido en que el ser humano es más hacedor que pensador. O mejor dicho pudo, haber sido antes hacedor (faber) que pensador (sapiens). En cualquier caso, este apelativo no trata de pasar por académico y no sustituye en absoluto al que nosotros ya conocemos para nuestra especie. Pero si que nos hace pensar de nuevo en nuestra especificidad. ¿Es posible que sea la capacidad de hacer cosas [con las manos], la capacidad de manipular el entorno, de dominar la “técnica” lo que realmente nos separa y distancia del resto de los animales?
Nadie llega a convertirse en humano si está sólo: nos hacemos humanos los unos a los otros. Nuestra humanidad nos la han “contagiado”: ¡es una enfermedad mortal que nunca hubiéramos desarrollado si no fuera por la proximidad de nuestros semejantes! Nos la pasaron boca a boca, por la palabra, pero antes aún por la mirada: cuando todavía estamos muy lejos de saber leer ya leemos nuestra humanidad en los ojos de nuestros padres o de quienes en su lugar nos prestan atención.

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